Zooming Out to Institutions
Part of Moral Motives & STEM-informed Action
Public discourse about institutional trust often starts from an implicit deficit perspective: it asks why minoritized groups mistrust institutions—without seriously considering that those institutions have rarely, if ever, acted in those groups’ best interests. In contrast, the three pieces in this section acknowledge that group distrust of institutions is rooted in historical and material facts, and ask how institutions might become worthy of trust. Every essay in this section questions how—and whether—power can be wielded responsibly, reminding us of Lord Acton’s famous words: “Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely. Great men are almost always bad men, even when they exercise influence and not authority...”
The first piece in this section brings four authors, John Voiklis, Laura Niemi, Michelle Ciurria, and Uduak Grace Thomas, into conversation about definitions of trust from different academic disciplines. Voiklis highlights criteria required for trust that draw on literature from multiple sources, including human-robot interactions. Writing from a feminist perspective, Ciurria notes that asymmetrical patriarchal relationships and a contractual approach to trust actually foster distrust between individuals. In turn, that distrust transfers to governments and institutions, including those responsible for science. While hierarchical relationships do not always result in mistrust, for the authors, institutional trust depends at least in part on historical practices and positions. For example, Harriet Washington has written eloquently about the history of abuse and violence towards communities of color perpetuated by scientific institutions, some of which continues to this day. Referencing prior research around trust in zoos and aquariums, Thomas and Voiklis argue that benevolence is the missing link in institutional trust. Meanwhile, Niemi reminds readers not to discount the specificity underlying different issues and the types of institutional actors implicated in each. For example, she questions whether judgments about pharmaceutical companies are made on the same basis as those about zoos.
In a dialogue, Jacklyn Grace Lacey and Michelle Ciurria argue that “walking the talk” may be the only way to make institutions worthy of trust. Ciurria is a Marxist feminist scholar with strong roots in critical disability studies, and Lacey is a museum professional and labor organizer. Ciurria questions “inclusion” as a goal, noting that such efforts often fail to go far enough. And Lacey calls for a praxis of solidarity among science communication professionals, specifically museum professionals: “We need people who are capable allies savvy about the violences of institutional politics working in tandem with people from the communities in question.” Either one working alone, she notes, is unlikely to succeed.
In contrast with the first two pieces, Bertram Malle, Lisa Chalik, and Jason Corwin are relatively staunch defenders of institutional science. They acknowledge that science is an imperfect moral community, but they see its existing mechanisms of self-correction as the most likely avenue for improvement. Akin to Churchill’s much-quoted assertion that “ democracy is the worst form of government, except for all those others that have been tried,” these authors find scientific epistemology preferable to its competitors. For them, its clear standards of acceptable evidence outweigh historical and ongoing exclusion—but they do not shy away from addressing that exclusion and note that allowing it to persist is counterproductive to the goal of encouraging trust.
Profundizar la perspectiva de las instituciones
Uduak Grace Thomas, Jena Barchas-Lichtenstein y John Voiklis
El discurso público sobre la confianza institucional suele partir de una perspectiva deficitaria implícita: se pregunta por qué los grupos minoritarios desconfían de las instituciones, sin considerar seriamente que esas instituciones rara vez, o nunca, han actuado en beneficio de esos grupos. Por el contrario, los tres artículos de esta sección reconocen que la desconfianza de los grupos hacia las instituciones está arraigada en hechos históricos y concretos, y se preguntan cómo las instituciones pueden llegar a ser dignas de confianza. Todos los ensayos de esta sección cuestionan cómo se puede ejercer el poder de forma responsable y si es posible, recordándonos las famosas palabras de Lord Acton: "El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe de manera absoluta. Los grandes hombres son casi siempre malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad..."
El primer artículo de esta sección reúne a cuatro autores, John Voiklis, Laura Niemi, Michelle Ciurria y Uduak Grace Thomas, en una conversación sobre las definiciones de confianza de diferentes disciplinas académicas. Voiklis destaca los criterios necesarios para la confianza basados en la literatura de diferentes vertientes, incluidas las interacciones entre seres humanos y robots. Desde una perspectiva feminista, Ciurria señala que las relaciones patriarcales asimétricas y el enfoque contractual de la confianza fomentan en realidad la desconfianza entre las personas. A su vez, esa desconfianza se traslada a los gobiernos e instituciones, incluidas las instituciones a cargo de la ciencia. Aunque las relaciones jerárquicas no siempre dan lugar a la desconfianza, para este grupo de autores, la confianza institucional depende, al menos en parte, de las prácticas y posiciones históricas. Por ejemplo, Harriet Washington ha escrito con elocuencia sobre la historia de abusos y violencia hacia las comunidades de color perpetuada por las instituciones científicas, algunos de los cuales continúan hasta hoy. Haciendo referencia a investigaciones anteriores sobre la confianza en los zoológicos y acuarios, Thomas y Voiklis sostienen que la benevolencia es el eslabón perdido de la confianza institucional. Mientras tanto, Niemi recuerda que no se debe descartar la especificidad que subyace en los diferentes temas y los tipos de representantes institucionales implicados en cada caso. Por ejemplo, se pregunta si las opiniones sobre las empresas farmacéuticas se forman sobre la misma base que las opiniones sobre los zoológicos.
En un diálogo, Jacklyn Grace Lacey y Michelle Ciurria sostienen que "practicar lo que predicamos" puede ser la única manera de hacer que las instituciones sean dignas de confianza. Ciurria es una académica feminista marxista con fuertes raíces en los estudios críticos sobre la discapacidad, y Lacey es profesional de museos y organizadora laboral.
Ciurria cuestiona la "inclusión" como objetivo, señalando que tales esfuerzos a menudo no van lo suficientemente lejos. Y Lacey hace un llamamiento a una praxis de solidaridad entre los equipos profesionales de comunicación científica, concretamente los de los museos: "Necesitamos personas aliadas capaces y conocedoras de las violencias de la política institucional, que trabajen en conjunto con las personas de las comunidades en cuestión". Cualquiera de las partes que trabaje sola, señala, tiene pocas probabilidades de tener éxito.
A diferencia de los dos primeros artículos, Bertram Malle, Lisa Chalik y Jason Corwin son defensores relativamente acérrimos de la ciencia institucional. Reconocen que la ciencia es una comunidad moral imperfecta, pero consideran que sus mecanismos existentes de autocorrección son la vía más probable de mejora. Al igual que la muy citada afirmación de Churchill de que " la democracia es la peor forma de gobierno, a excepción de todas las demás que se han probado", en estos artículos, se considera que la epistemología científica es preferible a sus competidores. Según sus autores, los claros estándares de pruebas aceptables superan la exclusión histórica y actual, pero no evitan abordar esa exclusión y señalan que permitir que persista es contraproducente para el objetivo de fomentar la confianza.
Funding Statement
This material is based upon work supported by the National Science Foundation under Grant No. 2139278. Any opinions, findings, and conclusions or recommendations expressed in this material are those of the author(s) and do not necessarily reflect the views of the National Science Foundation.
Photo by Chris Lawton on Unsplash